Theurge

TheurgeTheurgeCuando la luz más débil de Selene brilla sobre su hermana Gaia, revela secretos sobre los espíritus y sus inmensos reinos. El Theurge es el hijo de la luna creciente y quien mejor conoce los caminos de la Umbra y sus habitantes. Algunos consideran que estos videntes son los soñadores de los hombres lobo y muchso parecen estar bastante distanciados de sus hermanos. Pueden verr y oír cosas que otros no pueden, como si vivieran tanto en el mundo físico como en el mundo espiritual. Debido a su extraña soledad, el Theurge mantiene un puesto importante en cualquier manada. Si él, los hombres lobo olvidarían el lado espiritual de su naturaleza. Si no les orientaran sus sueños y visiones, avanzarían a ciegas y perdidos.
El Theurge suele ser el maestro del rito de su manada, pues es el que conoce más ritos y el que está más cualificado para celebrarlos. También suele negociar con los espíritus con los que tropieza, pues es quien tiene más posibilidades de conocer su idioma y comprender su extraño modo de pensar. Los Dones de la luna creciente le ayudan en estos cometidos, aunque es necesario tener cierto tipo de mentalidad para aprender a "pensar" como los espíritus. Cueanta más afinidad siente un Theurge por los espíritus aliados, más extraños le resultan aquellos que piensan de forma más física.
Rabia Inicial: 2
Dones Iniciales: Lenguaje Espiritual, Roce Materno, Sentir al Wyrm
Estereotipo: Sólo un idiota le diría a la cara a un Theurge que es enigmático o ambiguo, aunque muchos Lunas Crecientes hacen honor al estereotipo. Suelen hablar con acertijos y utilizar expresiones enigmáticas pues, como suelen relacionarse con los espíritus, se han acostumbrado a hablar de esta forma. Aquellos Theurge que han nacido bajo la luna decreciente muestran una mayor tendencia a someter a los espíritus a la fuerza (y a luchar contra los malignos), mientras que los que nacen durante la luna creciente se muestran más amables y lisonjeros con los ciudadanos de la Umbra.
Cita: Mira, hijo mío, pero no con los ojos, sino con el corazón. Escucha los susurros del viento. Los sonidos que oyes no son simplemente hojas acariciando la hierba. No. Son los espíritus a los que hemos invocado esta noche. Debemos honrarlos, pues han bendecido nuestro túmulo con su presencia.